Para mí trabajar en el metro de Bogotá es muy beneficioso, porque me han recibido con los brazos abiertos.
A las 4:30 a.m., cada día entre lunes y sábado, Rubén Darío Rodríguez abre sus ojos para iniciar una nueva jornada laboral. Se viste, alista su almuerzo y camina hacia el patio taller del metro de Bogotá, en Bosa, lugar en el que trabaja desde hace 4 meses, con pasión y dedicación.
Aunque toda su vida se desempeñó como vigilante, y se enorgullece de ello, Rubén, de 66 años y que vive en El Porvenir, en Bosa, actualmente es ayudante de obra y apoyo del área ambiental. Y se siente feliz, no lo disimula. Confiesa, también, que ha desarrollado especial amor y respeto por su trabajo actual y eso se evidencia en el cariño que le profesan, tanto los ingenieros como los demás trabajadores.
Ingresó a las obras del metro postulando su hoja de vida en las páginas web disponibles para ello y fue seleccionado. Por eso, sonríe cuando afirma que ya sabe reciclar, y hace una correcta disposición de los combustibles. Además, encierra la maquinaría que está en ejecución para evitar accidentes.
Para sus compañeros y compañeras, la labor de Rubén ---que nació en Chinchiná, Caldas, y muy joven llegó Bogotá en búsqueda de una mejor oportunidad laboral-- reviste gran importancia y le aporta un granito más a la ejecución de esta importante obra de la ciudad.
Pero su historia, la de Rubén, tiene un desenlace romántico que la impregna de esperanza, y es que, precisamente en la capital colombiana encontró el amor, a los 22 años; se casó, después nació Diana, su primera hija, y luego llegaron cuatro más: Ingrid, Viviana, Carolina y Carlos.
Actualmente vive con Carlos, el menor, y siempre está a la espera del día de descanso para visitar a sus otras hijas y a los nietos, con quienes presume el rol que desempeña en el metro de Bogotá y ser parte de una obra tan anhelada por los bogotanos.
Por eso, relata con gran orgullo, que constantemente habla con ellos sobre este importante sistema de transporte que los beneficiará a la ciudadanía y cómo su labor ya es parte de la historia de Bogotá.
Sus compañeros de trabajo lo describen como una persona amable, decente y tierna. Trabaja incansablemente, a diario, y muchas veces olvida tomarse un descanso de 5 minutos para hidratarse, cuenta Nubia Ortiz, también trabajadora de la obra.
“Para mí trabajar en el metro de Bogotá es muy beneficioso, porque me han recibido con los brazos abiertos. Estoy muy agradecido por el buen trato, porque no me falta la plata, ni todo lo necesario para una persona que trabaja a la edad mía”, concluye.